Llamamos “capacidad de guarda” a la capacidad de un vino en aguantar el paso del tiempo y mejorar su calidad, es decir, la capacidad de envejecer adecuadamente una vez embotellado. Así, aunque ya está listo para el consumo, lo dejamos reposar en una bodega durante años para que desarrolle sabores más complejos y sofisticados. Estos vinos, que pueden ser tintos, blancos o rosados, están hechos de uvas de alta calidad y tienen taninos, acidez y alcohol suficiente para evolucionar positivamente con el tiempo.
Resumiendo, son cuatro los elementos principales que tienen que encontrar el equilibro para darse este caso: variedad de uva (algunas variedades como Cabernet Sauvignon, Merlot o Tempranillo son más adecuadas para estos vinos), acidez (la acidez protege el vino del paso del tiempo), estructura tánica (los famosos “taninos” de la crianza en barrica, mayoritariamente en tintos) y contenido alcohólico (que depende de la uva y aporta robustez y aminora el deterioro).
Estos cuatro factores suelen darse en nuestro país en muchos vinos clásicos de Rioja (base de Tempranillo, con muy buena acidez y estructurados por sus crianzas en barrica).
Así que, cuando compras un vino de guarda, te estás llevando a casa no solo una bebida, sino una promesa de evolución y sorpresa futura.
Descubre nuestra selección de vinos de guarda.
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